viernes, 8 de mayo de 2015

La Función del Voto y aquellos bravos defensores de La Coruña de 1589.

El próximo domingo día 10 el Ayuntamiento de La Coruña con su alcalde y corporación a la cabeza, se aprestará, un año más, a conmemorar, ante al imagen de la Virgen del Rosario, aquella simpar gesta realizada por los coruñeses, que en mayo de 1589, con una resistencia numantina, supieron doblegar la altivez del leopardo inglés en su afán de herir al viejo león hispano. Es el ejemplo de la heroína María Pita, aquella mujer natural de las montañas del Jallas, de rancio abolengo, señora de Ledoño y otras posesiones, que acompañada de otras mujeres, en este caso anónimas, dieron ejemplo sublime de todas las virtudes que adornan a la mujer española: carácter fuerte, genio, amor y patriotismo. Su participación en la defensa de La Coruña ante el cerco y ataque a la ciudad, iniciado por el pirata Drake y su segundo en el mando, Norris, el día 4 de mayo, se convirtió en un hecho famosísimo que hizo que el Rey Felipe II le premiara por su arrojo y valor en defensa de la Patria con el grado y sueldo de alférez de por vida.

El día 5 de Mayo los ingleses desembarcan en Oza, utilizando 14 lanchones, a 8.000 hombres de infantería. Por otro lado la marina inglesa ataca el fuerte de San. Antón, pero se tiene que retirar después de sufrir algunos daños. En el puerto se encontraban el galeón “San Juan”, la nao “San Bartolomé” y la urca “Sansón” tres navíos supervivientes de la Gran Armada que el rey Felipe II había enviado contra las costas inglesas, un año antes, y que finalizó en un gran desastre. Carenándose en la playa, con la artillería desmontada se encontraba el galeón “San Bernardo”. Los navíos Princesa y Dian, más algunos barcos menores consiguieron abandonan el puerto para evitar su captura situándose junto al Castillo de San Antón, cañoneando desde allí, apoyados por las baterías del fuerte a la flota inglesa a medida que se iba introduciendo en la bahía obligándola así a dirigirse a Oza donde lograrán desembarcar. 

La infantería inglesa ya en tierra firme avanza a través del barrio de La Pescadería después de causar 70 muertos a las fuerzas españolas y apoderarse de los cañones del “San Bernardo”.

El día 7 de Mayo, ante la negativa de los coruñeses a rendirse Drake ordena un masivo bombardeo, enseñoreándose a sangre y fuego de los reductos españoles que todavía permanecen firmes en el barrio de la Pescadería. Los defensores contestan con un nutrido cañoneo que desde el Baluarte de San Carlos y del Castillo de San Antón. Durante esos días los combates son constantes, lanzándose los infantes ingleses al ataque cuerpo a cuerpo contra los defensores españoles que constantemente los rechazan. Una de aquellas noches los soldados ingleses encuentran en un local de la Pescadería, numerosos barriles de vino con lo que organizan una noche loca con enormes borracheras, que van a tener un coste de incalculables proporciones, produciéndose un número muy elevado de bajas en sus filas. A pesar de las perdidas sufridas, Norris planifica el ataque final, desde el convento de Santo Domingo, que se encontraba fuera de murallas, hacia la zona de la Estrada y Puerta de Aires, en donde, gracias a una mina, logran abrir una brecha en los muros, por la cual se lanzan en tropel. Los ingleses son duramente castigados por los defensores y comienzan a retroceder, dejando abandonada su bandera. Un alférez británico recoge la enseña e increpa con dureza a los que huyen, obligándoles a volver al ataque y dirigiéndose él mismo decidido hacia la muralla con la intención de colocar en lo alto la bandera inglesa. Es en momento cuando aparece en escena una mujer, María Mayor Fernández de la Cámara y Pita, que ha visto morir a su esposo junto a ella en la defensa y viendo la acción del alférez, se va hacia él valientemente y le traspasa el cuerpo con una pica, matándolo en la acción y arrebatándole de sus manos la bandera enemiga, con lo que consiguió que los atacantes flaqueasen y se retiraran definitivamente de la muralla. Fue una gesta hermosa, llena de valor y patriotismo.
Sin embargo en aquellas jornadas guerreras sobresalieron también, junto a la heroína, una serie de personajes, defensores como ella de la ciudad que dieron muestras de inigualable valor y arrojo. Un de ellos fue sin lugar a duda Don Juan Pacheco, segundo Marqués de Cerralbo, hijo de Don Rodrigo de Pacheco y que al igual que su padre ostentaba el cargo de Capitán General Gobernador de Galicia. Curioso personaje este marqués que al principio no tomó en serio las advertencias y avisos de la población sobre la llegada de la escuadra enemiga con un gran contingente armado, compuesto por ciento veinte navíos y 23.000 hombres, despreocupándose completamente de la defensa de la ciudad, pues estaba convencido de su seguridad. Sin embargo en el fragor de la batalla se mantuvo en todo momento al frente de sus hombres, negándose a rendirse, demostrando una inigualable valentía y elevadas dotes de mando. Hizo recuento de sus tropas y posiciones. Contó para ello con cinco compañías de soldados más algunos voluntarios que sumaban unos 1.500 hombres. Las murallas muy antiguas, cubrían la parte vieja o alta de la ciudad con la fortaleza de San Carlos como referencia. En medio de la bahía estaba situado el castillo de San Antón y en el barrio de la Pescadería los fuertes del Malvecín y del Caramanchón. En la ciudad había abundantes alimentos. 

Otra relevante personalidad en aquella inolvidable fecha de la historia de España y de La Coruña fue el capitán Juan Varela, vecino de Cambre, soldado de los antiguos Tercios de Flandes y que se encontraba en excedencia de la milicia, disfrutando y cuidando de una pequeña granja. Él consiguió, con un grupo de milicianos, romper el cerco a que se veía sometida la ciudad y logró adentrarse en ella con dos compañías formadas en Betanzos y que iban al mando de los capitanes Pedro Ponce y Juan de Monsalve. Varela se distinguió valerosamente en la defensa de La Coruña y de él dijo el capitán Monsalve: “Al capitán Varela no sólo le debo la vida, sino el honor”. El Rey Felipe II premió a Varela, una vez levantado el cerco de La Coruña, con la concesión de una ayuda económica de cuatro mil ducados y una renta de doscientos al año de por vida.

El capitán Álvaro Troncoso que en los primeros días del ataque inglés defendió con acierto el puente de la Gaiteira y las alturas de Santa Lucía. Esforzado adalid en la lucha por España, arremetió con inusitada furia contra los atacantes, cuando estos volaron un cubo perteneciente al lienzo de la muralla y bandera en mano rechazó a los enemigos y les obligó a retirarse. Heroico igualmente fue el comportamiento del oficial Lorenzo Montoto, defensor del trozo de la muralla de la Puerta de Aires y la Estrada que a pedradas y arcabuzazos, logró que los sajones emprendiesen veloz huida, dejando en su intento de tomar la muralla un abundante material de guerra.

No podemos olvidar a los también capitanes Diego de Bazán, Juan de Monsalve y el sargento mayor Luis de León. El primero de ellos era hermano del glorioso almirante Don Álvaro de Bazán vencedor junto a Don Juan de Austria en 1571 en la batalla de Lepanto,”la mas alta ocasión que vieron los siglos, ni esperan ver los venideros”. Diego tuvo un destacado concurso en la defensa de la Ciudad Vieja y en todo momento supo estar a la altura de las circunstancias, empleándose con denodado entusiasmo y sacrificio. Juan de Monsalve que como se apuntó con anterioridad mandaba una de las compañías que llegaron desde Betanzos y se introdujeron en la ciudad al mando del capitán Juan Varela. Monsalve encontró gallarda y bizarra muerte en la retirada del contingente de soldados y paisanos coruñeses del barrio de la Pescadería a la Ciudad Vieja. Acosado por un importante contingente de tropas enemigas, Monsalve tuvo que refugiarse en un desván de una casa de la calle de San Andrés, donde fue muerto, no sin antes oponer tenaz lucha. Del Sargento Mayor Luis de León, cuentan los libros que conversó desde la muralla con los parlamentarios ingleses que instaban al marqués de Cerralbo a rendirse. León desde lo alto de la muralla, dirigiéndose a los ingleses les dijo: “El marqués defenderá con orgullo La Coruña. No hay capitulación”. Excelente guerrero. León, se vio inmerso en todas las acciones de importancia que se desarrollaron durante el cerco.

Otros destacados defensores fueron los capitanes Lago, Sánchez y Meirans, Don Juan de Luna que mandaba las piezas del fuerte del Malvecín. D. Jerónimo de Monroy, al frente de las compañías que custodiaban el fuerte de San Antón. Antonio de Loreda y Payo Mariño defensores de la Puerta Real; El capitán Pedro Ponce y los alféreces Barrera Robles, Herrera y Gómez de Carvajal, centinelas protectores de la línea de la muralla del frente de mar y del baluarte de San Carlos, al igual que los marinos Pantoja, Bertandona y Palomino.

Gregorio de Recamonde marido de María Pita que fue muerto de forma valerosa, espoleando así el carácter bizarro de su viuda que arremetió con todas su fuerzas contra el alférez abanderado que pretendía tomar la muralla y fijar en ella la bandera inglesa. La audacia con que se batió la criada del distinguido coruñés, Juan Jaspe o la mujer de un zapatero de la Ciudad Vieja, que desafiado al peligro fue muerta en uno de los asaltos a los muros coruñeses. Cuando la Patria llama a sus hijos no hay clases ni distinciones. Y todos a una, militares y paisanos, hombres y mujeres, unidos por un alto ideal lucharon, pelearon, sufrieron, murieron y ganaron. 

No podemos olvidar en este repaso histórico a las tropas de socorro a La Coruña que derrotaron a los ingleses en el puente del Burgo. Al mando de Fernando Ruiz de Castro, Conde de Lemos a quien acompañaban los condes de Monterrey y Altamira, Don Juan Rodríguez capitán y regidor de Betanzos, Don Pedro de Andrade, señor de San Saturnino: Don Gaspar de Acevedo y Zúñiga y Don Francisco de Menchaca, señor de Cayón, infligieron una severa derrota a los británicos que no dudaron ya en levantar el cerco. Tras quemar el convento de Santo Domingo, el barrio de Santo Tomás y el barrio de la pescadería, los ingleses, después de perder a numerosos hombres se retiraron sin alcanzar su propósito, el día 19 de mayo
En ese día Drake levó anclas y se alejó con su flota, llevando embarcado en una de sus naves a Don Antonio de Portugal, Prior de O Crato, aspirante a la corona lusitana y que había sido derrotado con anterioridad por los condes gallegos. El portugués que venía con ánimos de revancha se quedó con las ganas. 

Han pasado cuatrocientos veintiséis años de aquellas inolvidables jornadas en las que tiene su origen la Función del Voto. Fue el día 8 de mayo de 1589, cuando ante el furioso ataque de Drake a la ciudad, 18 vecinos -que se cree eran cofrades del Rosario- decidieron hacer un voto por el cual, en el caso de verse libre La Coruña de la invasión, cada año se diría en el monasterio de Santo Domingo de esta ciudad “una Santa Misa, vísperas y sacrificios como suelen decir los cofrades del Rosario”.

Fue entonces un voto particular que no comprometía a la ciudad, ya que no estaba respaldado por autoridades. Sin embargo, el 19 de mayo de ese mismo año, la ciudad, llevó a cabo otro voto solemne, ya avalado por sus autoridades, consistente en costear una función anual en acción de gracias a la Virgen por “haber librado Dios por la intercesión de la Santísima Virgen del Rosario a la ciudad del asedio y cerco del general Drake”.

Según se acordó entonces, que ese voto solemne debería celebrarse en el mes de mayo de cada año en la iglesia parroquial de Santiago, y así se cumplió durante más de cien años, con asistencia de las autoridades del Concejo, del cabildo de la Colegiata, comunidades religiosas, cofradías y pueblo. Sin embargo, en el último tercio del siglo XVIII se suspendió su celebración, por causas desconocidas.

La función del voto fue recuperada en enero de 1809. El día 7 la ciudad tuvo noticia de la proximidad del ejército francés en persecución del ejercito inglés que manda John Moore, y a petición del alcalde se acordó hacer una nueva rogativa a la Patrona de La Coruña, de tal forma que el 8 de enero el Ayuntamiento acordó renovar el voto de la ciudad a su querida Virgen. A partir del último tercio del siglo XIX se celebró en la octava de San Juan, concretamente el día dos de julio, coincidiendo con el primitivo día de la advocación de la Virgen del Rosario, que pasó a celebrase el día 7 de octubre por gracia personal del Papa concedida a España por la incontestable victoria de Lepanto, donde en una de las naves de Don Juan de Austria iba embarcada una imagen de la Virgen del Rosario. En 1887 el ayuntamiento acordó trasladar las fiestas veraniegas y con ellas la Función del Voto del mes de julio al mes de agosto, al observar que el mes de agosto era el de mayor concurrencia de forasteros a la ciudad, pretendiendo con ello dar así el máximo esplendor a las indicadas jornadas festivas acordes con la importancia y dignidad de la propia ciudad de La Coruña. Desde esa fecha hasta el año de 1998 se celebró en el primer domingo de agosto, acudiendo las primeras autoridades y el pueblo de La Coruña, a la Iglesia de San Jorge primero y al Convento de Santo Domingo después, a renovar anualmente el voto de agradecimiento a la Patrona. En el año 1999 el Alcalde Francisco Vázquez recuperó la Función del Voto en el mes de mayo. Desde ese año hasta la fecha se celebra siempre en el domingo más cercano al día 14. Un año más los coruñeses iremos a postrarnos a los pies de nuestra Santa Patrona para pedirle que nos mantenga unidos para vencer nuevos cercos, que nos amenazan en la actualidad, esta vez de otro carácter, como son la crisis económica, la corrupción, el paro, el hambre, la falta de valores espirituales y morales, el abandono de nuestros mayores, la cultura de la muerte y la amenaza incierta de un terrorismo pseudo religioso fanático e internacional. No habrá de faltarnos como en aquellas lejanas fechas el amparo, protección y consuelo de la Santísima Virgen del Rosario 

Calin Fernández Barallobre.



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