De la genial inspiración del músico de Madrid por
excelencia, Federico Chueca, nació el pasodoble El Dos de Mayo, para conmemorar
el primer centenario del alzamiento del pueblo madrileño contra las tropas del
arrogante masón Napoleón Bonaparte. Fue la última obra que compondría el autor
de La Gran Vía, pues dos meses más tarde, en junio de 1908, fallecería el
creador de los inmortales “Ratas,
Menegilda y Caballero de Gracia”. “El
Dos de Mayo” se estrenó en los
salones del Círculo de Bellas Artes en el mes de abril. Es una obra como todas
las de Chueca, excelente. El pasodoble en si alcanzó gran fama a través de la
Banda de Música Republicana que había sustituido con la caída del Rey Alfonso
XIII a la extraordinaria Banda de los Alabarderos. En el Madrid rojo de 1936,
la Banda republicana en todos sus
pasacalles y conciertos, incluía siempre
esta partitura del castizo Chueca, como homenaje a la gesta del pueblo
contra el invasor francés. Eran tiempos del “No pasarán” que como demostró con su música y voz la gran vedette
de revista, Celia Gámez, se quedó en una frase vacía y hueca. El 28 de marzo de
1939 las tropas Nacionales “ya hemos
pasaó”, se plantaron en el corazón
atormentado de la gran capital que había sufrido tres años de penurias y
asedio.
Nacido en Madrid,
el 5 de mayo de 1846, en un lugar tan castizo como la torre de los
Lujanes, -la misma desde donde el Diablo Cojuelo vigilaba Madrid y donde estuvo cautivo el rey Francisco I de
Francia después de la gloriosa victoria
Pavía-, Federico Chueca es sin ningún género de dudas uno de los máximos
representantes de nuestra querida zarzuela. Su gran talento, su intuición
musical, su gracia y frescura, quedan patentes en muchas de sus obras. Junto a
Quinito Valverde dejó escritas autenticas joyas musicales como la Marcha de la
zarzuela “Cádiz” todo un himno en
aquellos momentos de guerras ultramarinas. La zarzuela Cádiz fue estrenada el día 20 de noviembre de 1886 en el teatro
madrileño de Apolo, En su argumento se evocaban las gestas del pueblo gaditano
contra el invasor franchute. Con la llegada de la guerra de Cuba-Filipinas la
marcha militar de Cádiz, llegó a constituir un símbolo de amor a España y a su ejército que se reflejaba cuando las bandas militares
despedían, en loor de multitud, en nuestros puertos a los contingentes de soldados
que partían a defender el honor de España en aquellas queridas tierras
cubano-filipinas. Fue la música que
alentó con vítores esperanzados nuestra victoria y nombres como “la Trocha de
Mariel”, Pinar del Río, Cascorro, el Caney, la loma de San Juan, Santiago de
Cuba, Cavite o Baler, irán ligados ya de
por vida a tan extraordinarias hazañas bélicas de nuestros soldados acompañados
por la singular e irrepetible marcha de Cádiz. Es sin ambages la historia de
nuestro pueblo.
La reacción que siguió a la pérdida de la contienda en
1898, con un espíritu derrotista y entreguista de nuestra sociedad, fue brutal, e hizo que muchos españoles
culpasen a la marcha de Cádiz de ser el catalizador de la exaltación patriótica
de aquellas fechas. La marcha fue proscrita
y maldecida, siendo prohibida expresamente en el repertorio de las bandas
militares. Se le presentó como una
música populachera. Dejó de oírse. Incluso se tejió contra ella la leyenda
infame e incierta de que era un vals austriaco copiado por Chueca.
Afortunadamente las aguas regresaron a su cauce y una vez
finalizada la contienda española de 1936-39, Cádiz volvió por sus fueros y sus
vibrantes notas deleitaron de nuevo a un
sinfín de compatriotas. En 2008 coincidiendo con el segundo aniversario del
inicio de la guerra de la Independencia, la ciudad de Cádiz en su teatro Falla
albergó una función extraordinaria con la puesta en escena de la Zarzuela
Cádiz, interpretada por el tenor gaditano Miguel Calvo, la algecireña
Desirée Seglar y el barítono Ángel Tomás Pérez, bajo la dirección musical
de José Luis López Aranda. Fue tal el
éxito que la función tuvo que repetirse al aire libre en una de las plazas más
emblemáticas de la Tacita de Plata.
Calin Fernández Barallobre.
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