lunes, 11 de mayo de 2015

Un día memorable

Todas las ciudades poseen, en su historia particular, fechas inolvidables que constituyen sus hitos más destacados y que han llegado hasta nosotros, pese al tiempo transcurrido, escritas con letras de oro en el libro particular de recuerdos, tanto de la ciudad en sí como de muchos de sus ciudadanos.
La Coruña, la ciudad más importante del noroeste hispano, no podía quedar al margen de esta circunstancia y si repasamos su historia, particularmente la más reciente, nos encontramos con jornadas en las que el júbilo colectivo se vio enardecido como respuesta al estímulo provocado por un hecho que bien podemos calificar como memorable o heroico.

Una de estas jornadas se registró el viernes 26 de octubre de 1934, cuando La Coruña entera se echó a la calle para recibir en loor de multitudes al contingente expedicionario de la 16ª Compañía de Asalto, de guarnición en la ciudad, a su regreso después de haber colaborado, de forma valerosa y heroica, en la pacificación de Asturias tras los sucesos revolucionarios acaecidos en fechas anteriores.

Personal del Cuerpo de Seguridad y Asalto saliendo de San Jorge


Fue un entusiástico recibimiento que constituyó un homenaje popular, no solo a los integrantes de la citada 16ª Compañía, sino por extensión a todo el Cuerpo de Seguridad y Asalto por su magnífico trabajo en defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos de España y del orden constitucional.

Un inmenso gentío, integrado por hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales, jalonaron el itinerario de la fuerza expedicionaria desde su entrada a la ciudad hasta la plaza de María Pita, sede el Palacio Municipal, donde fueron recibidos oficialmente por la ciudad y sus primeras Autoridades.

La prensa de época hizo gala de un especial tacto haciéndose eco, con profusión de datos y detalles, incluso de fotografías, no solo de la llegada de la fuerza sino refiriendo también los principales hechos de armas en los que esta se vio envuelta desde el 5 de octubre anterior cuando llegó a la región asturiana; en este sentido destaca especialmente el diario “La Voz de Galicia” quien, en la primera y segunda páginas de su número 17.027, correspondiente al día 27 de octubre, recoge un amplio reportaje sobre esta efeméride en el que resalta el desfile, por las calles coruñesas, sobre los vehículos de dotación de la Unidad de los regresados de Asturias en cuyos rostros todavía estaban patentes “las señales del cansancio y del insomnio, algunos con huellas de lesiones aun no totalmente aliviadas” y el ferviente entusiasmo mostrado por los coruñeses al recibirlos.

Los efectivos pertenecientes a la 16ª Compañía de Asalto, destinada en La Coruña, habían salido de la ciudad, con destino a Asturias, a principios del mes de octubre al mando del Teniente José Galán, a la vista de la gravedad de los sucesos que se estaban produciendo en la región asturiana lo que obligó a destacar un importante contingente de fuerzas del Ejército, Seguridad y Asalto y Guardia Civil, para lograr restablecer el orden.

La situación revolucionaria que en aquellas jornadas estaba viviendo el Principado es de sobra conocida como también lo es la gloriosa intervención de los efectivos del Cuerpo de Seguridad y Asalto que, en unión de otros Cuerpos del Ejército y de personal de la Guardia Civil y Carabineros, lograron pacificar aquella zona en conflicto tras el golpe de Estado que, contra el Gobierno legítimo de la República, alentaron los partidos de izquierda y extrema izquierda.

Desde el día 5, fecha de la llegada del contingente expedicionario de la 16ª Compañía, el Teniente Galán solicitó al mando se le autorizase a entrar en combate, participando activa y valerosamente en distintos enfrentamientos, muchos de ellos contra efectivos numéricamente superiores. Llanera, Mieres y Lugones, son localidades que han quedado impresas en letras de molde en el glorioso historial de la 16ª Compañía de Asalto, aunque probablemente el trance más dificultoso en el que se vio inmersa la Unidad fuese la toma de la central telefónica de Oviedo, donde se habían hecho fuertes los sediciosos y que supuso un especial y valeroso empeño hasta lograr desalojar, con graves pérdidas, a los insurrectos. En esta acción resultó herido el citado Teniente José Galán.

Consecuencia de estos combates resultaron muertos los Guardias Emilio Méndez Rodríguez; Amador López Gay; Jeremías Álvarez Rodríguez; Federico Segundo Ventosa y José López Seijas, este último fallecido en un hospital de Gijón el día 26 como consecuencia de las heridas sufridas en los enfrentamientos con los revoltosos, todos ellos destinados en la precitada Compañía de Asalto.

La Coruña, sus Autoridades y su pueblo liso y llano, quiso, en una jornada de fervor patriótico, expresar su gratitud a estos heroicos servidores del orden que contribuyeron a devolver la calma y la pacífica convivencia a una región tan próxima a la gallega y por tanto tan vinculada a ella en todos los sentidos.

Guardias de Asalto y Guardias Civiles en una intervención

Las calles abarrotadas de público recibieron a los héroes que se trasladaron a la iglesia de San Jorge, próxima a la plaza de María Pita, donde se celebró un solemne funeral por el eterno descanso de todos los muertos en la campaña. A este oficio religioso, oficiado por el arcipreste accidental de Faro, Barro Lage, asistieron, presidiéndolo, el General Jefe de la 8ª División Orgánica, General La Cerda; el Gobernador Civil, Novoa González, y otras Autoridades civiles y militares entre las que se encontraban comisiones de Jefes y Oficiales de todos los Cuerpos de la Guarnición, así como del Cuerpo de Seguridad y Asalto, Carabineros, Guardia Civil y Cuerpo de Vigilancia, con el Comisario Ortiz Moreno al frente.

Junto a ellos una nutrida representación de la vida social, cultural, académica y religiosa de la ciudad, así como numeroso público que, desde antes de comenzar los funerales, ya abarrotaba este amplio templo barroco de la Pescadería coruñesa, obligando a muchos a permanecer en el exterior del mismo ante la imposibilidad de acceder al interior.

A la conclusión del oficio religioso, tanto los concentrados en el exterior como los asistentes a los funerales ovacionaron a su salida a los integrantes del Cuerpo de Seguridad y Asalto así como a sus mandos y por extensión al resto de las fuerzas del orden y del Ejército presentes en el acto.

En medio del gentío y sin cesar en ningún instante las muestras de fervoroso patriotismo y de cariño y reconocimiento a los expedicionarios, estos abandonaron el templo para dirigirse en vehículos al Palacio Municipal, en la próxima plaza de María Pita, donde fueron recibidos oficialmente por la ciudad.

Eran las doce y media de la mañana cuando la comitiva, encabezada por un vehículo en el que viajaba el Comandante Benítez, jefe del Cuerpo de Seguridad y Asalto en La Coruña, acompañado de otros Oficiales del Cuerpo, hizo su entrada en la plaza de María Pita. Le seguían dos autobuses, ocupados por una treintena de Clases y Guardias, con el Teniente Galán a la cabeza, que todavía mostraban en sus parabrisas numerosos impactos de bala, señales inequívocas de los duros combates en los que la fuerza había participado; los autobuses iban engalanados con Banderas de la República con crespones negros en señal de recuerdo y respeto por los compañeros caídos en los combates. Al Teniente le acompañaban el Sargento López Arias y los Cabos González Pensado; Suárez y Villaurín.

La plaza de María Pita, el gran ágora coruñesa, abarrotada de público, mostraba la imagen de sus jornadas más memorables. Mujeres agitando pañuelos, hombres vitoreando y ovacionando a los expedicionarios, acompañados de gritos de vivas a España, constituían el telón de fondo de tan magna efeméride.

Una vez en el Ayuntamiento fueron recibidos, además de por el General Jefe de la 8ª División Orgánica y por el Gobernador Civil, por el Alcalde interino, Paradela, acompañado de una nutrida representación de la Corporación, así como por otras Autoridades y comisiones del Cuerpo de Vigilancia, de la Guardia Civil y de los distintos Cuerpos militares de la Guarnición. Los expedicionarios accedieron al magno Salón de Sesiones, cuyas bancadas se hallaban atestadas de público, donde se celebró la recepción oficial.

Tomó la palabra en primer lugar el Alcalde quien en un ferviente discurso dio la bienvenida, en nombre de la ciudad, a los heroicos componentes de la 16ª Compañía, a los que, en primer lugar, felicitó, en nombre propio y en el de toda la ciudad, por su valiente contribución a la defensa del orden y la paz tristemente interrumpida; más adelante añadió “saludo a los que habéis tenido la fortuna de regresar ilesos de la contienda sangrienta y, a los que desgraciadamente habéis sufrido lesiones y heridas, que son otros tantos testimonios del patriotismo que mueve, en estas luchas, la mano armada de la milicia, para imponerse en bien de cuantos sentimos por el solar nativo – nuestra querida España -, un profundo amor y, por la hermandad entre los hombres, una devoción acendrada”.

Hizo, posteriormente, alusión a la satisfacción de todos los coruñeses al recibirlos en una jornada memorable aunque luctuosa al evocar a los que entregaron su vida en acto de servicio constituyendo “un nuevo galardón que ostentará el digno Cuerpo al que pertenecéis y que hace del honor y de la disciplina, del orden y del patriotismo, un culto llevado al sacrificio de la propia vida”.

Finalmente, como colofón a su discurso, el Alcalde interino, tuvo sentidas palabras de recuerdo para los que entregaron su vida “como héroes defendiendo lo intangible: la Patria, el orden, la confraternidad entre los hombres, sabiendo sacrificarse en aras del bienestar social y de la sociedad que les debe un justo tributo”.

Hizo uso de la palabra, para cerrar el acto, el General La Cerda, Jefe de la 8ª División Orgánica, quien tras pronunciar la frase “por España, un abrazo” descendió de la tribuna y abrazó al Teniente Galán, primero, y a cada uno de las Clases y Guardias integrantes de la Unidad expedicionaria, después.

Camioneta del Cuerpo de Seguridad y Asalto

Terminada la recepción se sirvió un lunch en el Salón de Turismo del Palacio Municipal y a su conclusión el General La Cerda, el Gobernador Civil y el Alcalde acompañaron al Teniente Galán al balcón central del Palacio, asomándose a la plaza de María Pita, en tanto que las Clases y Guardias se asomaban desde los otros balcones del edificio; en este momento se intensificaron los vítores y aplausos por parte del público que abarrotaba la plaza y las ventanas de los edificios que asoman a la misma.

Terminado este popular saludo, al pie del Ayuntamiento se formó nuevamente la comitiva para trasladar a los expedicionarios al Cuartel de Seguridad y Asalto, sito en la calle García Prieto; sin embargo al percatarse el público concentrado de la presencia del Teniente Galán, en un muestra espontánea de emoción no contenida, le alzaron en hombros trasladándolo, entre vítores, por las principales calles del centro de La Coruña hasta la plaza de Mina, todas ellas abarrotadas de un público enfervorizado que aclamaba al Cuerpo de Seguridad y Asalto, así como a las demás fuerzas del Orden y al Ejército.

En la plaza de Mina se formó la comitiva móvil encabezada por el vehículo en el que viajaba el Comandante Benítez, al que se subió el Teniente Galán, seguido de los autocares en los que viajaban las Clases y Guardias de la Compañía, acompañados por miembros de la Guardia Civil y de Carabineros, dirigiéndose todos hacia el Cuartel del Cuerpo de Seguridad, concluyendo así esta memorable jornada.

No terminaron aquí los homenajes populares que el pueblo de La Coruña tributó, aquel año, al Ejército y a las Fuerzas del Orden con motivo de la conclusión de las operaciones en Asturias; el día uno de noviembre siguiente se organizó un magno homenaje a estas fuerzas en el que tomó parte una nutrida representación del tejido social y cultural de la ciudad, buena prueba de ello fue el ofrecimiento realizado por la Agrupación artística “Ofelia Nieto” para celebrar un festival en el Teatro Rosalía Castro; sin embargo esto ya excede de la intención del presente trabajo motivo por el cual no vamos a entrar en detalles.

Baste recordar que como consecuencia del heroico comportamiento del Cuerpo de Seguridad y Asalto en el apaciguamiento de la revolución asturiana, el Gobierno de la República le concedió el más alto honor al que puede aspirar un Instituto armado y que ya pretendía el Cuerpo desde 1925: el derecho al uso de la Bandera Nacional (Decreto de la Presidencia de la República de 11/06/1935) que le fue entregada solemnemente en un acto celebrado en el madrileño parque del Retiro el 29 de septiembre siguiente, actuando como madrina Dolores de Aguilar Tablada, esposa del Ministro de la Gobernación.
                                                       

José Eugenio Fernández Barallobre,

  

 

 

 

 

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