Siempre me produjo una sensación de armónico bienestar escuchar el vago rumor de las aguas deslizándose por los caños de las fuentes creando una sinfonía de suaves matices que ayudan a serenar el espíritu. Por eso he asociado la sensibilidad de las ciudades con la mayor o menor profusión de fuentes públicas repartidas por sus calles y plazas.
Sin embargo si
esa sinfonía acuosa ha despertado en mí sensaciones de calma espiritual capaces
de provocar mi atención, todavía ésta interior complacencia se ha visto
notablemente incrementada con la contemplación de los detalles que suelen
rematar las fuentes que llamamos ornamentales y que adornan parques, paseos y
plazas.
Son muchas las
ciudades españolas que gustan de conservar este legado de pasadas centurias en
el que se combina la estética con la funcionalidad, dando como resultado
hermosas fuentes que engalanan las plazas más emblemáticas de esas urbes. Me
vienen ahora a la memoria fuentes tan señeras como las de Cibeles, Neptuno o
Apolo en Madrid; la de la granadina plaza de Bib-rambla o la de Platerías de
Santiago e incluso la de Diana cazadora en la vecina Betanzos, por no citar
otras muchas de sobra conocidas.
Marineda no
podía sustraerse a esa corriente ornamental que como ciudad con una marcada
personalidad le corresponde asumir y así, en pleno siglo XVIII, en el reinado
del ilustrado Carlos III, la ciudad se vio exornada con dos de las mejores
fuentes que todavía posee La Coruña. Hablamos, como no, de la de Neptuno y la
de la Fama o el Angel, enclavadas en el corazón de la Pescadería.
La construcción
de ambas fuentes data de la época en la que era Corregidor de La Coruña D.
Rodrigo Caballero quien, en su afán de dotar a la ciudad de unas mínimas
infraestructuras, al menos en materia de suministro de agua potable, ordenó
construir las dos fuentes siguiendo los cánones estéticos de la época; fue
también este personaje de nuestra particular historia quien impulsó la
construcción del acueducto que discurría desde San Pedro de Visma hasta Santa
Margarita y del que se conserva, al menos, un fragmento en la denominada
urbanización de “los Puentes”, lugar que hasta no hace mucho tiempo albergó los
juegos de la chiquillería de la zona de Fernando Macías, Plaza de Portugal,
Pérez Cepeda, etc. que concurríamos a aquel paraje para disputar, especialmente
en la época veraniega, interminables partidos de fútbol que comenzaban a
primeras horas de la mañana y que, tras el obligado parón del mediodía,
continuaban hasta el anochecer cuando la falta de luz impedía la práctica del
deporte balompédico.
Pero volvamos a
nuestras fuentes. Ambas instaladas en el corazón de la Pescadería fueron las
encargadas, por aquellas calendas en las que se erigieron, de suministrar el
líquido elemento a los ciudadanos de este populoso y mercantil barrio coruñés.
La primera, la de Neptuno, fue construida en su emplazamiento actual de la
plaza de Santa Catalina, mientras que la segunda, la de la Fama o del Angel, lo
fue en Riego de Agua y no donde se encuentra a día de hoy en la plaza del
General Mola o plaza de la Fuente de San Andrés a donde fue trasladada
posteriormente.
Del original
emplazamiento de esta fuente da buena cuenta el callejero coruñés que en tres
calles diferentes, aunque situadas de forma casi inmediata la una de las otras,
hace referencia a este monumento. Nos referimos a las calles de la Fama que
alude a uno de los nombres que recibe la fuente en cuestión; a la próxima del
Angel que da cuenta de la otra denominación con la que se le conoce y a la de
Trompeta, instrumento este que porta en sus manos la figura del Angel con que
se remata la obra. Los nombres de estas tres calles, por su inmediatez al lugar
de la primitiva ubicación de la fuente, parecen guardar con ella una estrecha relación.
Estas dos
fuentes dieciochescas, ambas de graciosa hechura esbelta y elegante, son de
fábrica similar rematándose con pedestales circulares que sostienen las figuras
de Neptuno, rey mitológico de los mares, y de un Angel trompetero. Las fuentes se
componen de un cuerpo central asentado sobre un pilón en el que se vierten las
aguas, en el caso de la de Neptuno por dos caños y cuatro de la de la Fama,
todos ellos salientes de mascarones. Llaman la atención los detalles de los
escudos de las figuras que rematan ambas fuentes. En la de Neptuno, el
mitológico rey, porta un escudo que se adorna con una representación de la
Torre de Hércules rematada con dos linternas en lugar de la única que suele
mostrar en la mayor parte de la iconografía, mientras que el escudo que
sostiene el Angel está adornado con una imagen del sol con rostro humano.
Más tardíamente,
en los años 60 del siglo XIX, la romántica plaza del General Azcárraga o de la
Harina, en plena Ciudad Alta o Vieja, fue objeto de la ubicación de una nueva
fuente ornamental. Se trata de la llamada fuente del Deseo, una fuente de
hierro, de cuatro caños, que se remata con la sugerente figura de una matrona
que sostiene en su mano derecha una antorcha y que, rodeada de unos
impresionantes plataneros, marca el centro de esta romántica plaza tan
íntimamente ligada a viejas vivencias coruñesas.
Esta fuente
suministró agua no solo a los residentes en la parte más noble de La Coruña,
sino también a los distintos Cuerpos de la Guarnición para quienes estaba
reservado uno de sus caños y a los presos de la vieja cárcel del Parrote que
acudían en cuerda a beber el preciado líquido.
Otras fuentes
como la del monumento a Curros Enríquez, la de Cuatro Caminos e incluso la más
reciente de las Pajaritas adornan plazas y paseos de Marineda confiriéndole ese
aspecto de gran ciudad que siempre ha tenido.
Viejas fuentes que
han llegado hasta nosotros como un legado histórico que tenemos la obligación
de conservar.
José Eugenio Fernández Barallobre
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